Reproduzco en este blog el artículo íntegro de mi compañero
Pablo Gómez Godoy por su acertado, aún siendo una humilde opinión de profano,
análisis de la Proposición
no de Ley reseñada.
Análisis crítico de la Proposición no de Ley sobre la declaración de Canarias como territorio de neutralidad
permanente -zona de paz-.
El presente artículo tiene como
objetivo la realización, de forma humilde y con el único ánimo de aportar mayor
profundidad y contenido al debate, de un análisis crítico de la Proposición no de Ley sobre la declaración de Canarias como territorio de neutralidad
permanente -zona de paz- presentada por Podemos.
La Exposición de motivos de la PNL comienza con una introducción acerca del
convulso escenario internacional en el que vivimos, especialmente hostil si nos
centramos en la zona del Norte de África y Oriente Medio. Es en esas primeras
líneas donde se encuentra uno de los aspectos que creo se deben destacar
positivamente, y es el hecho de mencionar las consecuencias adversas del cambio
climático como generador de riesgos y amenazas tanto a los Estados como a los
ciudadanos. Autores de gran importancia como Antonio Marquina llevan años de
trayectoria académica investigando dicha relación.
En la
PNL se define este escenario (de gran número de conflictos
armados, de persecución política/étnica/religiosa y de gran desigualdad) con el
adjetivo de contradictorio, lo cual considero un error de apreciación. Si algo
define al sistema internacional actual, es que cada Estado busca su propio
interés. Bajo esta óptica denominada realista
o neo-realista, lo que pueden
parecer contradicciones, son solo manifestaciones crudas de una Realpolitik que se ha mantenido igual
desde hace milenios. El primer paso para entender el funcionamiento del sistema internacional y de
las relaciones que en éste se producen es entender que las normas que lo rigen
en nada tienen que ver con las normas que rigen el funcionamiento de un Estado
en cuanto a su política interior se refiere. La existencia de una autoridad
ejecutiva y judicial aceptada por todas las partes (Gobierno y ciudadanos) y el
hecho de que ese mismo ejecutivo detente el monopolio de la fuerza, son dos
rasgos que imprimen orden y estabilidad al sistema político interno, pero que
son inaplicables, al menos actualmente, al sistema político internacional, en
la medida en que no exista una autoridad central mundial a la que todos
respeten y que el monopolio de la fuerza por un único Estado es algo tan
difícil de conseguir, como peligroso. El propio Kant caía en un callejón sin
salida teórico al afirmar en su célebre obra “Sobre la paz perpetua” que lo más
beneficioso para la paz mundial sería la existencia de una única autoridad
militar global, pero no sabía responder ante el posible escenario en el cual
dicho poder militar único decidiera no defender las causas positivamente
morales por las cuales había sido creado y deviniera en Leviatán imperialista (“¿Quién vigila al vigilante?”). Para que
los esfuerzos en aras de modificar un determinado escenario no caigan en saco
roto, es preciso llegar a entenderlo en profundidad previamente.
En los
siguientes cuatro párrafos de la
PNL, la autora centra su exposición de motivos en la gran
cantidad de turistas que llegan tanto a nuestro país como a nuestras islas,
señalando que en el caso de los refugiados no ocurre el mismo fenómeno,
dejándoles así a las puertas del terrorismo, la pobreza y la falta de
oportunidades de las cuales precisamente están huyendo. Siendo así que comparto
tal crítica, no considero necesario su amplio desarrollo en esta PNL. En primer
lugar porque la paradoja entre el diferente trato entre turistas y refugiados
debería ser un asunto competente de Justicia, Interior o Asuntos Exteriores, y
no Defensa, sino porque además con respecto a lo que pide la propia PNL,
declarar Canarias zona de paz, en mi opinión no está lo suficientemente
relacionado con la motivación de dicha Proposición.
El motivo
explícito de la presentación de la
PNL es “la idea [de] reforzar esta vocación transnacional del Archipiélago, pero
también con la mente puesta en la protección de su rico patrimonio cultural y
natural”. Lo cual se traduce según el propio texto en la propuesta de: “Garantizar al territorio insular como zona
de paz, comprometiéndose a recoger en el citado Tratado que el Estado Central
no establecerá en la zona tropas, bases militares o construirá fortificaciones
de ningún tipo o sobre la base de ninguna alianza europea o
internacional."
La primera
crítica a este párrafo es que no existe una equiparación cualitativa entre la
fundamentación de la PNL
y aquello que se pide a través de ella. Es decir, se puede reforzar la vocación
transnacional de Canarias así como su protección del patrimonio cultural y natural
sin necesariamente llegar al extremo de que el Estado central no establezca en
la zona tropas, bases militares o construcción de fortificaciones de ningún
tipo o sobre la base de ninguna alianza europea o internacional.
En mi opinión,
sería más beneficioso para nuestro país pertenecer a algún tipo de institución
defensiva de carácter comunitario (europeo) o global en el marco de la ONU; y no a la OTAN, que desde hace décadas
desarrolla unas políticas que podrían ser entendidas como imperialistas y en último
término obedecen el mandato político de Estados Unidos, lo cual debilita
nuestra soberanía e influencia. Sin embargo, si estamos en la Alianza Atlántica
es debido a una decisión política democrática que nuestro país tomó, y si
queremos salir de ella, debemos elegir a partidos que así lo hagan a través de
las vías jurídicas y diplomáticas existentes. Entretanto, en la medida en que
pertenezcamos a una alianza militar, debemos cumplir con nuestra palabra y con
los compromisos que hemos adquirido. Negarnos a admitir tropas, bases militares
o fortificaciones de ninguna alianza, pero luego pretender que se active la
cláusula de solidaridad y defensa mutua del artículo V de la Carta de la OTAN en caso de que suframos
una agresión, no solo es hipócrita sino cobarde, en la medida en que también he
escuchado esgrimir como excusa la posibilidad de que seamos un objetivo
terrorista menos prioritario si nos deshiciéramos de la presencia militar española
en la islas.
En segundo
lugar, si lo que se quiere, al margen de mis consideraciones subjetivas, es
pedir exactamente eso, entonces las razones para esgrimirlo no deberían
referirse al turismo, a la protección cultural y natural o al carácter abierto
e inclinado al exterior de los canarios (extraversión) como hace la propia PNL.
Deberían referirse a cuestiones políticas e ideológicas mucho más
estructurales, ya sea sobre el concepto de soberanía o sobre la viabilidad de
que las CC.AA. tengan competencias en materia de política exterior. Se debería
debatir si nuestra pertenencia actual a la OTAN es la mejor vía para perseguir nuestros
intereses, y en caso contrario; ¿desarrollamos un sistema defensivo europeo o
uno meramente nacional? ¿Ejército profesional o milicia ciudadana? ¿Cuánto
estamos dispuestos a gastar presupuestariamente? ¿La eliminación del Ejército
es una vía hacia la paz o una decisión irresponsable? ¿Si vis pacem para bellum? ¿Qué actitud desarrollamos hacia el Norte
de África? ¿Neutralidad pasiva y aislacionista o un papel activo para favorecer el desarrollo democrático
post-primavera árabe y la autodeterminación de la RASD? ¿Qué implicaciones
tiene para Canarias y España la cada vez más conflictiva y hostil región
magrebí y saheliana? ¿Cuáles son las ventajas geopolíticas que traería
potenciar el suministro energético a través de las renovables? ¿Cómo condiciona
nuestra política exterior que Marruecos sea el socio estratégico preferente de
Estados Unidos en dicha región? ¿Declararnos neutrales implica necesariamente
que no seremos atacados o, al contrario, lo incentiva?... etc. Son debates en los
que hay que entrar desde ya.
Las referencias
jurisprudenciales e históricas que se enuncian en el texto de la PNL para apoyar la argumentación
denotan interés y esfuerzo por parte de la autora y su equipo colaborador. Sin
embargo, en este aspecto vuelvo a señalar algunas críticas, basadas en la
necesidad de que se expliquen de forma profunda, y no someramente, los ejemplos
históricos que se plantean desde una óptica no solo de Seguridad y Defensa,
sino también de Ciencia Política. El ejemplo de la Ciudad Libre o
República de Cracovia que se expone en el texto, fue fruto de las decisiones
tomadas en el Congreso de Viena de 1815 tras la derrota de Napoleón. La
declaración de Cracovia como “ciudad libre” fue una decisión arbitraria y
patrocinada por tres potencias europeas de la época, Rusia, Prusia y Austria.
Sin competencias reales en política exterior, Cracovia carecía así de cualquier
aparato militar, estando su defensa (y a la postre, su soberanía real y
material) garantizada por otras naciones. De hecho, en 1846 el ejército
ciudadano formado en la libre Cracovia fue derrotado por el Imperio Austriaco y
posteriormente fue anexionada por este.
Los siguientes
ejemplos son los de Islas Samoa y el Canal de Panamá, los cuales creo que
tampoco deberíamos imitar. En el caso del primero, responde absolutamente a un
espíritu colonial por el cual, de nuevo, tres potencias mundiales, esta vez Estados Unidos, Alemania e Inglaterra,
declararon a Samoa territorio de neutralidad permanente entre los años 1889 y
1899. Lo que no dice el texto de la
PNL es que esas mismas potencias, pocos años después a través
del Tratado de Berlín, se repartieron el territorio samoano dando lugar así a
las naciones/colonias de Samoa americana y Samoa alemana, sin que la población
autóctona fuera capaz de evitarlo. Reino Unido renunciaría a sus posesiones
allí a cambio de un trueque con Alemania por otros territorios cercanos. Así de
crudo suele ser el sistema internacional y es un error pensar que hoy en día
esto haya cambiado demasiado. Si acaso, estéticamente.
El tercer ejemplo citado es el del
Canal de Panamá, y hace referencia al Tratado firmado entre el gobierno de Omar
Torrijos y Jimmy Carter, dónde a cambio de que EE.UU. retirara toda presencia
militar en Panamá, el gobierno panameño se comprometía a declarar al zona del
Canal con neutralidad permanente y libre tránsito. En este caso, se observa que
dicha declaración de neutralidad no es un objetivo perseguido por Panamá, sino
por Estados Unidos, al tratarse de una contraprestación a cambio de la retirada
militar norteamericana que llevaba décadas allí. En este caso la neutralidad
equivale a pérdida de soberanía, y ésta a su vez a la pérdida de influencia,
siendo dicha influencia siempre ocupada por otro Estado o actor externo, algo
absolutamente importante teniendo en cuenta el incalculable valor
geoestratégico de dicho Canal. Hoy en día, obviamente, es Estados Unidos quien
controla de facto el Canal de Panamá.
Y finalmente, en sus últimas líneas,
el propio texto de la PNL
reconoce que “Hasta la fecha, no se
albergan suficientes elementos en Derecho Internacional como para poder dar una
definición general de lo que es -en términos estrictamente jurídicos- una zona
de paz…”, pero utiliza como ejemplo la Resolución A/2832 de la AG ONU sobre el Océano
Indico por un principio de analogía para apoyar su argumentación. Creo que no
es necesario explicar la gran diferencia entre el sujeto “Océano Índico” y el
sujeto “Canarias”, en tanto el primero es una ubicación oceánico natural no
territorial y el segundo es un conjunto de islas con un estatuto autonómico con
respecto a un Estado integrado en la Unión Europea. En ningún caso la Declaración del Océano
Índico como zona de paz puede ser aplicable al caso concreto que trata esta
PNL.
En conclusión, creo que los ejemplos
citados en el texto son precisamente escenarios donde aquellos Estados,
regiones o ciudades que han declarado su condición de territorio neutral
permanente, no solo no han obtenido en ningún caso los objetivos a los que esta
proposición aspira, sino que además han sufrido posteriormente las graves consecuencias
de una eliminación (o vacío) de sus propias capacidades defensivas. En cuanto
al ejemplo de la
Declaración del Océano Índico, considero que es de una
naturaleza tan diferenciada con respecto al ejemplo de Canarias que no es
posible equiparación alguna.
En un Estado
democrático, donde las instituciones militares también lo son, se deben abordar
este tipo de cuestiones de ámbito militar y defensivo, que en muchos foros
tradicionales de la izquierdas han sido habitualmente apartados, cuando no
ridiculizados a la hora de exponer cuestiones profundamente complicadas e
importantes como meras caricaturas maniqueas. Sin embargo, desde los escritos
de Lenin (que analizó profusamente la célebre obra de von Clausewitz) hasta las
experiencias de Azaña (en el cargo de Ministro de Guerra durante la II República), nos
hacen recordar que pacifismo no es lo mismo que antimilitarismo, y que una
izquierda transformadora con aspiraciones a gobernar este país deba estar
capacitada para desarrollar Políticas de Seguridad y Defensa en consonancia con
nuestros valores democráticos y defensa de las causas justas, sin caer en el
equivocado pensamiento de creer que el tratamiento de las cuestiones castrenses
es patrimonio de la derecha. En ningún caso; no hay nada más transversal que
todos aquellos funcionarios públicos que hacen funcionar este país, militares
incluidos.
Me parece
positivo que Podemos Canarias haya abordado este debate y haya tenido la
iniciativa para presentarlo, y si bien yo personalmente no comparto tal
proposición por los motivos enunciados anteriormente, dicha iniciativa responde
a una decisión aprobada por un gran número de personas cuando se produjeron las
votaciones para integrar medidas en el programa electoral, estando entre las
cinco más votadas de Canarias, lo que le otorga total legitimidad democrática a
la propia presentación de la propuesta.
Pablo Gómez,
Licenciado en Derecho y Máster en Paz, Seguridad y Defensa.
Enlace PNL:
http://www.congreso.es/public_oficiales/L11/CONG/DS/CO/DSCD-11-CO-54.PDF