miércoles, 16 de agosto de 2017

150 años de El capital: momento de dejar de mirar al pasado y mirar al futuro


Karl Marx es un gran pensador, de su época

Se cumplen 150 años de la obra que posiblemente haya sido más influyente en la política del último siglo. Y ello pretendiendo ser una de las obras de contenido económico. Olvidan muchos que el título es El Capital. Crítica de las políticas económicas y, por tanto, trata de uno de sus principales problemas, aún no resueltos por la ciencia económica, como es la explicación a la distribución. Por la sencilla razón que es una cuestión política.

Aunque Marx no realizó estudios de economía, sí que fue metódico, como buen alemán, y estudió en profundidad a los diferentes economistas de su época. Y es importante reseñar que, en cuanto a sus aportaciones sobre Economía, es en ese momento en el que el edificio de la Ciencia Económica, con mayúsculas, se estaba construyendo y estructurando en lo que posteriormente se ha denominado Teoría Económica Neoclásica. Además, Marx contó con la amistad y colaboración de uno de los economistas de referencia en ese momento, como fue David Ricardo.

Así pues, simplificando el hilo argumental que plantea Marx, en la parte de Económica Normativa (la que debe ser frente a la Positiva que es),  nos encontramos con un proceso de revolución industrial en Gran bretaña en la que hay una masa trabajadora, que define como clase proletaria, que nada tiene (y por tanto nada tiene que perder), bien porque proviene de trabajo artesanal preindustrial, bien por el abandono del trabajo agrícola a las ciudades industriales. Ante ella, ofrece una clase capitalista que posee el capital. Entre ambas presenta la lucha de clases como concepto, no sólo del momento, sino de la propia historia.

El trabajo, tanto en la teoría Neoclásica posterior como lo recoge en la marxista, se rige por las leyes del mercado: su oferta, su demanda y su consecuente punto de equilibrio en el que se igualen ambas. Además, la teoría de formación del precio indica que el componente trabajo es el que pesa y que sirve para el capital para la determinación del coste. En relación con esto, como bien predijo Marx, se produce una acelerada acumulación del capital por medio de estos excedentes empresariales.

Hasta aquí coincido y además apoyo al ser una voz que se alza para explicar y denunciar las deplorables condiciones laborales y de vida de la clase trabajadora. Y se hace mediante las leyes “invisibles” de la economía, en vez de las escritas de servidumbre o esclavitud propias de la edad media o antigua.


La sociedad que refleja Marx, no es la actual.
Pero, y con respecto a la formación del precio, el trabajo es uno de los componentes. Marx simplifica y lo fundamenta en el trabajo: “la mecanización hace que el precio del trabajo disminuya hasta un mínimo de supervivencia”. De esta forma la diferencia entre el precio y el coste laboral es el beneficio del capitalista y, por tanto, se apropia de él. Pero, en primer lugar, se centra en las grandes empresas dejando fuera el empresario emprendedor en el que el factor de organización es posiblemente el más importante. Esta simplificación está más que superada por los datos reales y recogidos en las teorías, la más conocida está recogida en la famosa fórmula de Cobb-Douglas (a la que habrá que añadir el impacto medioambiental). Pero el punto crítico a esta teoría es que no existe, al menos en los países más desarrollados, y afortunadamente, se incumple la premisa de Marx: “el proletario nada tiene y, por tanto, nada tiene que perder”

La principal crítica a este argumento contra la teoría marxista es que se sostienen a consecuencia de la explotación de trabajadores de países subdesarrollados mediante la internacionalización y globalización que, a consecuencia del capitalismo imperialista se mantiene la explotación del trabajador, pero mediante la ubicación de los centros de producción en el extranjero países subdesarrollados. Esto cae por su peso tanto para los dos grandes perdedores de la segunda guerra mundial, Japón y Alemania que mantienen unas salarios muy por encima de los de subsistencia, como en otros países que han seguido una senda de políticas en general, y no sólo económicas, de Justicia Social, de la que  los escandinavos son el mejor exponentes: No imperialistas con unos niveles de renta muy por encima del umbral de pobreza.

La clase dominante, por tanto, no es la proletaria que nada tiene que perder, a pesar que las políticas económicas neoliberales que, por desgracia, la hagan aumentar, sino que es la clase media: trabajadora que además tiene mucho que perder… con datos, el último informe del CES (1) nos lo indica claramente: la mayoría de la sociedad es trabajadora y con excedente, su renta está por encima del umbral de la pobreza. Ahí es Popper quién atina en una crítica demoledora de la falta de rigor científico de las teorías, y predicciones de Marx (2):
El capitalismo, en el sentido de Marx, ya no existe. La sociedad que Marx conocía ha pasado por grandes revoluciones. El trabajo manual insoportable de millones de hombres y mujeres, ya no existe.
Nunca ha existido, además, una sociedad con una tendencia inherente en el sentido de la «Ley de depauperación creciente» de Marx o con una dictadura secreta de los capitalistas. Si bien la industrialización era bastante dura, la industrialización significaba también productividad creciente seguida de la producción en masa. Obviamente, la producción en masa encontraba finalmente su camino también hacia las masas.
La interpretación histórica de Marx junto a su profecía no es sólo falsa –es imposible: no se puede producir algo de forma masiva, que según su doctrina esté predestinado para los cada vez menos numerosos ricos capitalistas. Por consiguiente, es un hecho: el capitalismo de Marx es un constructo mental imposible, una quimera.

Nuevas situaciones que requieren nuevas teorías y movimientos políticos que los solucionen.
Ahora bien, una vez nos encontramos con que la clase trabajadora tiene un nivel de renta muy por encima de la necesaria para subsistencia, ¿cuál es la situación con la que nos encontramos en las sociedades? Ahí es donde pensadores como Laclau (3) y Chomsky (4), así como políticos como José Mújica advierten: el excedente de la renta de la clase trabajadora, clase media, se canaliza al sistema capitalista a través de los medios de comunicación. Es la publicidad, especialmente la televisión, la que “obliga” a comprar y deviene en un consumismo desaforado en las personas que no son conscientes de la situación. Consumismo que hasta hace unas pocas décadas, socialmente no era ni malo ni denunciado por los filósofos y pensadores, quizás sí explicado con genialidad por Erich Fromm y que, hasta que la ecología nos plantó delante de nuestra cara la dura realidad y la evidencia de la imposibilidad de seguir con este modelo de crecimiento continuado y la necesidad de pasar a otro equilibrio, así como plantearos el bienestar en términos más allá de una simple medición económica como el PIB per cápita. No sólo es el “piensa si realmente merece la pena lo que compras porque lo haces con tu trabajo, con tu tiempo y eso, el tiempo, no lo puedes comprar otra vez en un supermercado” de Pepe Mújica (5). Es que producir cosas innecesarias degrada el planeta en el que vivimos todos y, por tanto, por muy lejos que pienses que se produzca, sus efectos nocivos, te van a afectar negativamente en tu propio pueblo. Pero fue Erich Fromm (6) quien indicó porqué existe esta fuerza individual al consumismo en su obra Tener o Ser. 

Por último, quiero criticar el modelo de dialéctica  de Marx.  No tanto en el historicismo como en su falta de consideración un equilibrio metaestable en vez de un continuo desequilibrio o continua lucha de poder que va empujando a unas clases dominadas para que sean dominantes. Pero el capitalismo produce para su propia población. No ya el propio sistema con Henry Ford lo adelantó, sino que el sistema capitalista, como todos, está en un equilibrio metaestable que se ajusta ante las variaciones del entorno, salvo que éstas: mecanicismo, colonialismo y ahora igualdad o feminismo, globalización y ecologismo lo lleven a un nuevo equilibrio. Que será también metaestable hasta que otra fuerza lo empuje a un nuevo equilibrio.

Yo no soy marxista, es evidente si han leído hasta aquí, pero lo hubiese sido de haber nacido hace 200 años. Pero lo que estoy seguro es que hoy Marx no sería marxista.

Si bien nos encontramos con una situación en la que sigue habiendo una enorme cantidad de la población que nada tiene que perder, especialmente en África subsahariana y diversos países de Asia, si hay una clase media en las sociedades denominadas “avanzadas de alta renta per cápita” y creciente en países emergentes especialmente en China, que es despilfarradora en cuanto a los recursos para sostener el consumismo. Todas ellas con unos procesos productivos y de energía insostenibles medioambientalmente. Por desgracia tenemos unos teóricos del capitalismo que no son conscientes de la necesidad de ajustes para una mejora de las condiciones tanto de la población como del medio ambiente y, por otro lado, de unos teóricos y políticos autodenominados de izquierda que siguen anclados en un libro de 150 años y a un eje izquierda-derecha y no pretenden una nueva política acorde a las nuevas circunstancias sino, como una mucho pobre y mísera refundación de la nouvelle gauche . Desde luego ninguno de ellos pasará a la historia por haber entendido el momento histórico en el que estamos, más aún con el desarrollo de Internet, la responsabilidad social, necesidad de un triunfo del feminismo y de los movimientos ecológicos. Momento histórico que Marx, a pesar de sus errores teóricos y predictivos, sí acertó a denunciar.


(2) La responsabilidad de vivir” (pág. 263) de Karl Popper – Ediciones Altaya SA – ISBN 84-487-1259-5
(3) Laclau, Ernesto (2011). Hegemonía y Estrategia Socialista. Fondo de Cultura Económica.

(6) ¿Tener o ser? Erich Fromm ISBN-10: 9681601718


Adenda: Hoy y ahora
El momento político histórico de hoy, todos lo son, se fundamenta en incluir el feminismo, la globalización tanto en la información con Internet como medio, como la tierra como frágil ecosistema incompatible con un crecimiento continuo, así como la erradicación del hambre y las guerras. Mientras los partidos de izquierda marxista tradicional (comunistas y anarquistas) proponen una solución Yo, trabajador, gano-tú capital pierdes y se crea una sociedad feliz, pero utópica, la realidad, al menos es mi opinión, nos muestra caminos que, sin ser perfectos, mejoran nuestra sociedad, como por ejemplo las sociedades escandinavas en cuanto a logros sociales, pero las del sur de Europa en bienestar personal.
El entender que no hay blanco y negro, ni una gama de grises, sino una gama de colores de posibilidades, de una multidimensionalidad del ser humano en sus aspiraciones sostenibles social y medioambientalmente es básico. En esta línea, admitir que hay diferentes formas de entender la vida en el eje de tener y ser que indica Erich Fromm es más que necesario. En esta línea, los partidos de izquierda, como elementos de ideal e ilusión son básicos, pero igualmente los planteamientos realistas de la derecha coherente: es el eterno idealismo-Quijote frente al realismo-Sancho Panza.

Y ante un sistema neoliberal que elimina los avances sociales en Estados Unidos y Europa se hace necesario un movimiento transversal que no se limite en refundar la izquierda, sino en plantar soluciones nuevas ante las nuevas situaciones planteadas. En este sentido, el fracaso de las políticas griegas debemos mirar, por desgracia España en general, y Podemos en particular (salvo contadas excepciones cuyo mejor exponente es Carmena, Colau y similar) han, hemos, perdido otro tren, a Portugal. Al igual que en los países escandinavos, se pueden hacer políticas económicas y sociales sostenibles: pero basándonos en lo que funciona, no en lo que personalmente creemos que debería haber funcionado y la vía es unir lo que tenemos en común, no lo que nos diferencia.

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