Karl Marx es un gran
pensador, de su época
Se cumplen 150 años de la obra que posiblemente haya sido
más influyente en la política del último siglo. Y ello pretendiendo ser una de
las obras de contenido económico. Olvidan muchos que el título es El Capital. Crítica de las políticas
económicas y, por tanto, trata de uno de sus principales problemas, aún no
resueltos por la ciencia económica, como es la explicación a la distribución.
Por la sencilla razón que es una cuestión política.
Aunque Marx no realizó estudios de economía, sí que fue
metódico, como buen alemán, y estudió en profundidad a los diferentes
economistas de su época. Y es importante reseñar que, en cuanto a sus
aportaciones sobre Economía, es en ese momento en el que el edificio de la Ciencia Económica ,
con mayúsculas, se estaba construyendo y estructurando en lo que posteriormente
se ha denominado Teoría Económica Neoclásica. Además, Marx contó con la amistad
y colaboración de uno de los economistas de referencia en ese momento, como fue
David Ricardo.
Así pues, simplificando el hilo argumental que plantea Marx,
en la parte de Económica Normativa (la que debe ser frente a la Positiva que es), nos encontramos con un proceso de revolución
industrial en Gran bretaña en la que hay una masa trabajadora, que define como
clase proletaria, que nada tiene (y por tanto nada tiene que perder), bien
porque proviene de trabajo artesanal preindustrial, bien por el abandono del trabajo
agrícola a las ciudades industriales. Ante ella, ofrece una clase capitalista
que posee el capital. Entre ambas presenta la lucha de clases como concepto, no
sólo del momento, sino de la propia historia.
El trabajo, tanto en la teoría Neoclásica posterior como lo
recoge en la marxista, se rige por las leyes del mercado: su oferta, su demanda
y su consecuente punto de equilibrio en el que se igualen ambas. Además, la
teoría de formación del precio indica que el componente trabajo es el que pesa
y que sirve para el capital para la determinación del coste. En relación con
esto, como bien predijo Marx, se produce una acelerada acumulación del capital
por medio de estos excedentes empresariales.
Hasta aquí coincido y además apoyo al ser una voz que se
alza para explicar y denunciar las deplorables condiciones laborales y de vida
de la clase trabajadora. Y se hace mediante las leyes “invisibles” de la
economía, en vez de las escritas de servidumbre o esclavitud propias de la edad
media o antigua.
La sociedad que
refleja Marx, no es la actual.
Pero, y con respecto a la formación del precio, el trabajo
es uno de los componentes. Marx simplifica y lo fundamenta en el trabajo: “la
mecanización hace que el precio del trabajo disminuya hasta un mínimo de
supervivencia”. De esta forma la diferencia entre el precio y el coste laboral
es el beneficio del capitalista y, por tanto, se apropia de él. Pero, en primer
lugar, se centra en las grandes empresas dejando fuera el empresario
emprendedor en el que el factor de organización es posiblemente el más
importante. Esta simplificación está más que superada por los datos reales y
recogidos en las teorías, la más conocida está recogida en la famosa fórmula de
Cobb-Douglas (a la que habrá que añadir el impacto medioambiental). Pero el
punto crítico a esta teoría es que no existe, al menos en los países más
desarrollados, y afortunadamente, se incumple la premisa de Marx: “el
proletario nada tiene y, por tanto, nada tiene que perder”
La principal crítica a este argumento contra la teoría
marxista es que se sostienen a consecuencia de la explotación de trabajadores
de países subdesarrollados mediante la internacionalización y globalización
que, a consecuencia del capitalismo imperialista se mantiene la explotación del
trabajador, pero mediante la ubicación de los centros de producción en el
extranjero países subdesarrollados. Esto cae por su peso tanto para los dos
grandes perdedores de la segunda guerra mundial, Japón y Alemania que mantienen
unas salarios muy por encima de los de subsistencia, como en otros países que
han seguido una senda de políticas en general, y no sólo económicas, de
Justicia Social, de la que los escandinavos
son el mejor exponentes: No imperialistas con unos niveles de renta muy por
encima del umbral de pobreza.
La clase dominante, por tanto, no es la proletaria que nada
tiene que perder, a pesar que las políticas económicas neoliberales que, por
desgracia, la hagan aumentar, sino que es la clase media: trabajadora que
además tiene mucho que perder… con datos, el último informe del CES (1) nos lo
indica claramente: la mayoría de la sociedad es trabajadora y con excedente, su
renta está por encima del umbral de la pobreza. Ahí es Popper quién atina en
una crítica demoledora de la falta de rigor científico de las teorías, y
predicciones de Marx (2):
El capitalismo, en el
sentido de Marx, ya no existe. La sociedad que Marx conocía ha pasado por
grandes revoluciones. El trabajo manual insoportable de millones de hombres y
mujeres, ya no existe.
Nunca ha existido,
además, una sociedad con una tendencia inherente en el sentido de la «Ley de
depauperación creciente» de Marx o con una dictadura secreta de los
capitalistas. Si bien la industrialización era bastante dura, la
industrialización significaba también productividad creciente seguida de la
producción en masa. Obviamente, la producción en masa encontraba finalmente su
camino también hacia las masas.
La interpretación
histórica de Marx junto a su profecía no es sólo falsa –es imposible: no se
puede producir algo de forma masiva, que según su doctrina esté predestinado
para los cada vez menos numerosos ricos capitalistas. Por consiguiente, es un
hecho: el capitalismo de Marx es un constructo mental imposible, una quimera.
Nuevas situaciones que
requieren nuevas teorías y movimientos políticos que los solucionen.
Ahora bien, una vez nos encontramos con que la clase
trabajadora tiene un nivel de renta muy por encima de la necesaria para
subsistencia, ¿cuál es la situación con la que nos encontramos en las
sociedades? Ahí es donde pensadores como Laclau (3) y Chomsky (4), así
como políticos como José Mújica advierten: el excedente de la renta de la clase
trabajadora, clase media, se canaliza al sistema capitalista a través de los
medios de comunicación. Es la publicidad, especialmente la televisión, la que
“obliga” a comprar y deviene en un consumismo desaforado en las personas que no
son conscientes de la situación. Consumismo que hasta hace unas pocas décadas,
socialmente no era ni malo ni denunciado por los filósofos y pensadores, quizás
sí explicado con genialidad por Erich Fromm y que, hasta que la ecología nos
plantó delante de nuestra cara la dura realidad y la evidencia de la
imposibilidad de seguir con este modelo de crecimiento continuado y la
necesidad de pasar a otro equilibrio, así como plantearos el bienestar en
términos más allá de una simple medición económica como el PIB per cápita. No
sólo es el “piensa si realmente merece la pena lo que compras porque lo haces
con tu trabajo, con tu tiempo y eso, el tiempo, no lo puedes comprar otra vez
en un supermercado” de Pepe Mújica (5). Es que producir cosas
innecesarias degrada el planeta en el que vivimos todos y, por tanto, por muy
lejos que pienses que se produzca, sus efectos nocivos, te van a afectar
negativamente en tu propio pueblo. Pero fue Erich Fromm (6) quien
indicó porqué existe esta fuerza individual al consumismo en su obra Tener o Ser.
Por último, quiero criticar el modelo de dialéctica de Marx. No tanto en el historicismo como en su falta
de consideración un equilibrio metaestable en vez de un continuo desequilibrio
o continua lucha de poder que va empujando a unas clases dominadas para que
sean dominantes. Pero el capitalismo produce para su propia población. No ya el
propio sistema con Henry Ford lo adelantó, sino que el sistema capitalista,
como todos, está en un equilibrio metaestable que se ajusta ante las
variaciones del entorno, salvo que éstas: mecanicismo, colonialismo y ahora igualdad
o feminismo, globalización y ecologismo lo lleven a un nuevo equilibrio. Que
será también metaestable hasta que otra fuerza lo empuje a un nuevo equilibrio.
Yo no soy marxista,
es evidente si han leído hasta aquí, pero lo hubiese sido de haber nacido hace
200 años. Pero lo que estoy seguro es que hoy Marx no sería marxista.
Si bien nos encontramos con una situación en la que sigue
habiendo una enorme cantidad de la población que nada tiene que perder,
especialmente en África subsahariana y diversos países de Asia, si hay una clase
media en las sociedades denominadas “avanzadas de alta renta per cápita” y creciente
en países emergentes especialmente en China, que es despilfarradora en cuanto a
los recursos para sostener el consumismo. Todas ellas con unos procesos
productivos y de energía insostenibles medioambientalmente. Por desgracia
tenemos unos teóricos del capitalismo que no son conscientes de la necesidad de
ajustes para una mejora de las condiciones tanto de la población como del medio
ambiente y, por otro lado, de unos teóricos y políticos autodenominados de
izquierda que siguen anclados en un libro de 150 años y a un eje
izquierda-derecha y no pretenden una nueva política acorde a las nuevas
circunstancias sino, como una mucho pobre y mísera refundación de la nouvelle
gauche . Desde luego ninguno de ellos pasará a la historia por haber entendido
el momento histórico en el que estamos, más aún con el desarrollo de Internet,
la responsabilidad social, necesidad de un triunfo del feminismo y de los
movimientos ecológicos. Momento histórico que Marx, a pesar de sus errores
teóricos y predictivos, sí acertó a denunciar.
(2) La responsabilidad de vivir” (pág. 263) de Karl Popper
– Ediciones Altaya SA – ISBN
84-487-1259-5
(3) Laclau, Ernesto (2011). Hegemonía y Estrategia Socialista.
Fondo de Cultura Económica.
(6) ¿Tener
o ser? Erich Fromm ISBN-10: 9681601718
Adenda: Hoy y ahora
El momento político histórico de hoy, todos lo son, se
fundamenta en incluir el feminismo, la globalización tanto en la información
con Internet como medio, como la tierra como frágil ecosistema incompatible con
un crecimiento continuo, así como la erradicación del hambre y las guerras. Mientras
los partidos de izquierda marxista tradicional (comunistas y anarquistas) proponen
una solución Yo, trabajador, gano-tú capital pierdes y se crea una sociedad
feliz, pero utópica, la realidad, al menos es mi opinión, nos muestra caminos
que, sin ser perfectos, mejoran nuestra sociedad, como por ejemplo las
sociedades escandinavas en cuanto a logros sociales, pero las del sur de Europa
en bienestar personal.
El entender que no hay blanco y negro, ni una gama de grises,
sino una gama de colores de posibilidades, de una multidimensionalidad del ser
humano en sus aspiraciones sostenibles social y medioambientalmente es básico. En
esta línea, admitir que hay diferentes formas de entender la vida en el eje de
tener y ser que indica Erich Fromm es más que necesario. En esta línea, los
partidos de izquierda, como elementos de ideal e ilusión son básicos, pero
igualmente los planteamientos realistas de la derecha coherente: es el eterno
idealismo-Quijote frente al realismo-Sancho Panza.
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