Globalización, economistas y bacterias
Muchas veces nos acusan a los economistas de ser los
culpables de la desigualdad y que las cosas no vayan como se esperan.
La Economía la estudiamos los economistas, pero las decisiones
sobre qué, cuándo y cómo hacerse la toman los políticos. Quiero indicar en este
artículo las líneas de investigación en las que han trabajado y que actualmente
siguen haciéndolo muchos de mis compañeros. Aquellos que pretenden que, como
decía Sampedro, los pobres seamos un poco menos pobres. En este artículo quiero
mostrar las líneas de trabajo e investigación
para una sociedad mejor y más eficiente. Quizás no más feliz, pero si
más justa. Tanto económicamente, en el sentido de la teoría neoclásica, como
medioambiental, social y globalmente, en su sentido político
Sostenibilidad
medioambiental: La tierra es muy grande. No hay problema… ¿o sí?
La humanidad, entendida como la colonia de una especie en un entorno limitado, sigue la siguiente regla de la biología: Toda especie tiende a ocupar todo su ecosistema. En la naturaleza llega a un equilibrio con otras, pero en nuestro especial caso, no hay ninguna otra en el ecosistema que pueda equilibrar nuestro crecimiento. ¿Será por eso que la humanidad lleva siglos luchando entre sí?...
La enormidad de nuestro planeta no quita que sea limitado. ¿Cómo
de grande es para nuestra medida? ¿Quizás lo es tan grande como una placa de
Petri para una bacteria?... Veamos: la superficie de la tierra es de 510
millones de Km2 y si consideramos que la
altura promedio de una persona, por poner una cantidad, sea de 170 cm (0,0017 Km para usar la
misma unidad) , tenemos que la relación entre nuestro cuerpo y nuestro planeta
es de 300.000 millones de veces nuestro propio cuerpo (510 M Km2 /0,0017).
En cuanto al hogar de las bacterias, supongamos que la superficie
de una placa de Petri, de 10cm diámetro, es de 78,5 cm2 (7850 mm2) y la longitud
de una bacteria “normal” de 1 µm
(0,001 mm).
La relación, en este sencillo ejemplo, queda para la bacteria 7,85 (7850/0,001)
millones de veces su propio cuerpo.
Así pues, la tierra sería como 38.216,5 (300.000/7,85) placas
de Petri. Visto de otra manera, si nosotros fuésemos bacterias, nuestra placa
de Petri serían las tierras que emergen en las islas de Macaronesia y el resto
de la tierra, mares incluidos,
completamente vírgenes donde poder expandirnos e ir agotando los recursos. Parece
que tenemos margen. El problema es que, siguiendo con la comparación, las
bacterias al cabo de un día ya están todas muertas, pues no están en un
ecosistema en el que puedan limitar su crecimiento por la presencia de otras
especies competidoras y así alcanzar el equilibrio. Luego, si fuese así para la
humanidad, tendríamos una esperanza de vida como colonia de 38.216 días, o lo
que es lo mismo 104 años… Si fuésemos bacterias ya estaríamos todos muertos. Al
ser humanos, nos queda tiempo, pero no infinito salvo que aprendamos a vivir de
manera sostenible con nuestro entorno. Las bacterias no lo saben hacer.
¿Seremos nosotros más listos que las bacterias?
La obtención de
energía no es problema… a medio plazo
El problema de nuestro medio entorno, considerada la
humanidad de manera global, no es la energía. Técnicamente hoy podemos producir
toda la que necesitamos para nuestras necesidades actuales como la consecuente
con un crecimiento similar al actual. Además de diversas maneras: tanto con
medios muy elaborados para obtener de una energía muy dispersa como la eólica y
la solar, como la puntual, como la geotérmica. La transición, técnicamente, es
simple desde los combustibles fósiles a otras fuentes limpias. Y ello incluso
eliminando la proveniente de la fisión nuclear que genera una enorme
problemática, no resuelta, de residuos. Pero es que la estrella de la energía
está por llegar, y lo hará en breve: la fusión nuclear. Una energía limpia e
inagotable que se basa en las estrellas, en nuestro propio origen. Y, curiosamente.
se obtendrá también el sueño de los alquimistas: convertir un elemento químico
en otro.
El problema hoy de la energía no es su escasez o
imposibilidad técnica de obtención, sino que el uso de combustibles fósiles,
además de rápidamente agotable, son tan contaminantes como para cambiar el clima
de nuestro planeta. La transición hacia un nuevo modelo energético debe ser uno
de los ejes de las políticas económicas y debe hacerse de manera urgente. Tanto
en el cambio de su producción por energías renovables, como en su
descentralización hacia la demanda y su consecuente democratización. El uso
eficiente con una correcta planificación urbanística tanto dentro de las
ciudades que además las haga “más humanas” y permita los desplazamientos a pie
o en bicicleta, como entre los núcleos de población con unos medios de
transporte públicos; evitar el despilfarro y potenciar la eficiencia industrial
y personal usando la energía que realmente necesitamos sin despilfarro son los
ejes de las medidas que deben tomarse.
El agua, tampoco.
Otro de los problemas acuciantes de la humanidad es la falta
de agua potable. No obstante, si tenemos energía prácticamente ilimitada, la
producción de agua potable tampoco será problema. En ambos casos, energía y
agua, la producción no implica su correcta distribución: que haya suficiente
para todos, no quiere decir que todos tendrán la suficiente. Ya lo vemos como
nuestra humanidad en alimentos, sanidad, y diversos bienes de consumo no es
eficiente en la distribución.
Los recursos
naturales si son limitados para el uso de la humanidad: de la eficiencia
económica neoclásica a la sostenible medioambientalmente.
Pero aún teniendo la energía y agua necesaria, los recursos
naturales para producir bienes y servicios si que son limitados. No digamos la
flora y la fauna. Es por ello que la sociedad en su conjunto debe ser
consecuente y evitar el despilfarro, potenciar el uso correcto, la
reutilización y el reciclado. Los procesos productivos deben ser consecuentes
con este principio. La teoría económica clásica nos indicaba que había tres
factores para la producción: El Trabajo, el Capital (que se pone en
funcionamiento mediante las infraestructuras) y ambas mediante una función que
dependía de la tecnología, la tercera variable. Las ciencias son hijas del momento
en el que se desarrollan. Y si la sociedad ni había considerado el problema de
la sostenibilidad, la economía no iba a adelantarse a su tiempo. La fórmula Cobb-Douglas,
por ejemplo, sirvió para los propósitos que se necesitaban en su momento, pero
ahora no. La cuarta variable, la sostenibilidad, medida en términos económicos
como el coste de reposición a su estado natural de las materias primas
necesarias para la elaboración de un determinado bien (y su agregación para la
obtención de la función de producción de una economía en su conjunto) se hace
patente que debe aparecer en los tratados de economía. La eficiencia ya no sólo
puede medirse como ratio entre lo producido y el capital y trabajo utilizados,
sino que la eficiencia debe ser entendida económica y medioambientalmente. Las
políticas económicas, por tanto, deben ir encaminadas a la investigación de la
sustitución de los elementos limitados (por ejemplo del cobre a grafeno de
origen vegetal); a obligar el uso de materiales reciclados para los bienes de
consumo; a concienciar sobre el ahorro, reutilización y el reciclado.
Producir lo
suficiente para todos no implica que todos tengan lo suficiente: Eficiencia
social
Lo anteriormente expuesto se refiere a la Economía Política
que provee a una sociedad los bienes y servicios que ésta demanda. Es evidente
que hay otra cara de la moneda, ya en políticas económicas que sean las que de
manera predistributiva y redistributiva haga que todos tengan suficiente. Mucho
ha avanzado la economía en la medición de la desigualdad: Curva de Lorenz,
coeficiente de Gini, Indicadores de pobreza… pero, sin embargo, se está
retrocediendo en la sociedad occidental. Además, y teniendo en cuenta que uno de los
factores está relacionado con nosotros mismos, esto es el trabajo, la
eficiencia del sistema debe ser que tanto éste se distribuya de manera
equitativa (haya trabajo para todos), como que las mejoras tecnológicas hagan
que su consecuente disminución (todos trabajemos menos) y así sea eficiente
económica y socialmente. Por desgracia las mejoras tecnológicas no han
desatascado el descenso del número de horas trabajadas en nuestra sociedad
occidental, salvo excepciones. Las Políticas Económicas, consecuentemente,
deben ser tendentes en mejorar la distribución y reducción del trabajo, así
como la pre y la redistribución de la riqueza.
La eficiencia global.
De nada sirve, globalmente, que una parte de la colonia
soluciones sus problemas de recursos a costa de la otra. La solución no es,
evidentemente, un capitalismo colonial que trasvase los recursos de una zona a
otra. De una parte de la humanidad a otra Por otra parte, la solución, si bien
puede venir de acuerdos globales, como las cumbres del clima, es en lo
individual en lo que puede hacer más palanca: tanto en nuestro comportamiento
diario de un uso razonable de la energía y de los bienes consumo políticas
económicas que luche contra el
consumismo desaforado, como desde ayuntamientos, cabildos, comunidades
autónomas hasta llegar a las instituciones nacionales y europeas. El quid de la
cuestión, entiendo yo, es no esperar que la solución, normativa en políticas
económicas, se aporten desde arriba, sino que desde abajo aquí y ahora se
pueden tomar muchas medidas para mejorar la situación.
Esta es la dirección a seguir. Esto es lo que la sociedad está
dedicando recursos con científicos, ingenieros, arquitectos … y economistas,
especialmente en la medición de los efectos y articulación de propuesta Toda
medida que vaya en contra serán pasos a desandar. Hay una nueva economía que,
como vemos, trata de estos temas. Muchos son los economistas que estudian cada
tema y aportan sus conclusiones para una sociedad mejor. Pero no somos los
economistas los que tomamos las decisiones sobre qué y cómo hacer. Son los
políticos, en general nombrados por la ciudadanía, por la propia colonia.
Nosotros, como técnicos, sólo nos queda ver y analizar quienes van mejor
encaminados. En este sentido, el camino a seguir, a título personal y basado en
los indicadores de eficiencia económica, social, medioambientalmente y “políticamente
global” son hoy en día los países nórdicos. Evidentemente no son perfectos,
pero son los que mejores indicadores tienen. Para mí son el referente de
quienes debemos aprender y, de esta forma, mostrar a los demás países, que hay
otra manera de conseguir sobrevivir como especie en esta nuestra pequeña placa
de Petri llamada Tierra.